jueves, 14 de mayo de 2009

Quimera

Ella no creía en el futuro, creía en el ayer, en vivir hoy para recordar. No le interesaba otra cosa que recordar, le disgustaban los planes que fueran más allá de una semana, le disgustaba la complicación que supone acordar la segunda vez, más la tercera o la cuarta. Era imposible que pudiera convencerla con el viejo cuento del futuro aunque no fuera cuento, no creía en el después de ayer y sí en lo pasado pasado, así que le dio rápidamente vuelta a la página. Para mí la complicación era el presente, en el hoy me resultaba imposible darle todo, mostrarle que podíamos compartir muchos tragos y muchos besos. Como sea, o como haya sido, lo nuestro siempre fue una quimera pero me hubiera gustado que no, que olvidara el cinismo romántico y que yo hubiera dejado el romanticismo cursi.

domingo, 3 de mayo de 2009

Reflejos

Una mañana cualquiera desperté, a diferencia de otros días, me sentí lista dos segundos después de apenas haber mirado la tímida luz que entraba por aquella ventana, cómo le cuesta trabajo filtrarse a través de aquellas cortinas azules oscuras.

Lo mejor para comenzar el día es una ducha caliente, pensé. Así que tomé la bata y caminé hacia el baño que se encontraba a diez pasos, es lo bueno de los pequeños departamentos, nada está a más de diez pasos.

Ese día noté aquel espejo detrás de la puerta que nunca se había hecho notar, quizá porque no había yo encontrado nada interesante que pudiera ofrecerme, sino apresurados referentes para colocar el labial antes de salir corriendo por las mañanas. Ahí estaba yo frente a él, con una mirada profunda y misteriosa, como si tuviera algún plan desde hace mucho tiempo y estuviera a punto de llevarse a cabo.

Ahí también junto conmigo, estaba mi cuerpo y mis ganas. Bah, pero que tonterías, me dije a misma. Yo no tenía ningún plan maestro, mi vida era cotidiana, era una mujer que gustaba de seguir su agenda, trabajar hasta tarde, respetar lo que llaman las buenas costumbres; buena compañera, amiga, novia e hija; tierna, amorosa y apacible, como lo marca el manual.

Pero aquella imagen semidesnuda decía mucho más que las buenas costumbres; era yo misma, con impulsos y deseos, aquellos que solo aparecen dosificados una vez a la semana, y que ahora juntos sabía que estaban insinuando algo. En ese momento noté que el cuarto empezaba a llenarse de vapor, así que pensé que era hora de que el agua diluyera aquellas ideas que empezaban a convencerme.