jueves, 16 de julio de 2009

Del coraje y para que perdure

Desde su primera tierna infancia se revela la actitud del acosador. Entonces no es sino buscar el roce de la compañerita mejor peinada, la más alta, la de piel más clarita o la de voz más suavecita.

Cualquier evento en la escuela se convierte en arena para la competencia encarnizada, y a veces desleal, entre los que se animan a hablarles a las niñas bonitas y aquellos que han decidido acomodarse plácidamente en su papel de niñitos idiotas otros veinticinco años.

Ella era delgadita, alta, de cabellos oscuros, con las discretas dimensiones de una niña de trece años. De hecho, lo más bonito que en ella había era que su carita resultaba la más común y, por gracia de Dios, la menos "aniñada".

Una mañana en la escuela, en uno de esos días que debían ser de lo últimos de clase, me animé a confesar a mi mejor amigo que ella me gustaba. Total, el desahogo en esas condiciones nos hace pensar que se ha dado un paso. Uno muy chiquito o hasta inutil, pero paso al fin.

Al otro día fuimos a ver una película "en bola". Grande fue mi sorpresa cuando, entre el alboroto de mis amigos escuchándome narrar la forma en como me escabullí del beso de la niña que me acosaba, pude ver que se acercaban mi (mejor) amigo y la niña que me gustaba tomados de la manita como quienes merecen amor... y conocerse... y bebearse... y morderse sus partidos labiecitos de mocosos.

Años pasan y el odio no parece ceder.

En cuanto me tuvieron cerquita separaron sus pecaminosas manos. Yo iba a hacer como que no me importaba pero hay que tomar en cuenta que si pasados veintisiete años nos cuesta trabajo disimular el completo encabronamiento, a los trece es una misión perdida.

Como estaba de mamón y callado, ella me dio una inmerecida cachetada nomás pa´ hacernos sentir como que estabamos creciendo.

Ella lo sabía y a él se lo había confesado un día antes. Como rezan los canones, esos que si perduran: cada quien jaló agua a su molino y "el menos idiota de los dos" se quedó a desquintar, desvirgar y magullar lo que por nobleza de sentimiento me correspondía, pero que la cobardía y mi ser pusilanime e infantil logró anular.

Estuvieron juntos cuatro años. Nomás

(Mucho) Tiempo después me desqui-n-taría, me sacaría la espinota y le daría vuelta a la página.

¡Cómo duele el primer amor, sobre todo cuando nunca ocurrió!

1 comentario:

  1. Estimado Orfeo:

    Creo que usted le ha dado vuelta a la página de internet, pues si fuera la página de un libro (como al que supongo se refiere la frase hecha) usted no publicaría nada de esto.

    Pero no se aflija, que usted no es el único que guarda estos siniestros rencores con la vida y con sus otrora mejores amigos. Esta historia es harto repetida, a mi prompio mejor amigo le ocurrió, claro, yo no era entonces su mejor amigo, pero le ocurrió y creo que fueron de las primeras charlas que tuve con él.

    Y bueno, también está esa canción del que le mandaba rosas pero la conquistó más su clavel y el enamorado de-la-noooo-vi-a de su mejor amigo, etc.

    Total que le mando un abrazo por haberse desquintado.

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